¿CÓMO REALIZAR REFUERZOS DE FORMA EFICAZ? ¿FUNCIONA EL CASTIGO?

Es posible que en determinadas ocasiones te haya resultado difícil conseguir que tus hijos e hijas aprendan un comportamiento o cumplan una norma (recoger los platos, hacer los deberes, usar un tiempo determinado la Tablet, etc.), o incluso que dejen de hacer una determinada conducta (dejar los juguetes sin recoger, no estudiar, no comer verdura, etc.). Sin lugar a dudas, lograr que niños, niñas y adolescentes incorporen en sus hábitos una costumbre determinada es una tarea difícil, pero con constancia, una actitud firme pero cariñosa y con las claves apropiadas, esto es posible. En la entrada de hoy hablaremos de qué es el refuerzo, qué es el castigo y cómo han de aplicarse para que sean efectivos.


Obtener consecuencias agradables o positivas después de realizar una conducta o comportamiento hace más probable que esta conducta se repita. Cuando estas consecuencias hacen más probable que se repita una conducta, reciben el nombre de refuerzo positivo. Por ejemplo, cobrar a final de mes refuerza nuestra conducta de ir a trabajar, es decir, hace más probable que continuemos trabajando en el futuro porque recibimos algo que nos gusta. Para realizar un adecuado manejo del refuerzo es importante tener en cuenta algunas condiciones: 

Definir previamente la conducta a reforzar. Cualquier conducta puede ser reforzada, por ejemplo, recoger los juguetes una vez se ha terminado de jugar.

Conocer cuál sería el refuerzo adecuado para cada persona en base a sus gustos personales y a la situación en concreto. Estos pueden ser: Materiales (libros, ropa, videojuegos, etc.), actividades (entradas para cine, conciertos, acampadas, etc.), sociales (atención, halagos, acompañamiento en alguna actividad, etc.). De entre estas categorías es recomendable utilizar con mucha frecuencia los refuerzos sociales ya que mejoran la relación afectiva y evitan realizar asociaciones materialistas o económicas con el esfuerzo.

Explicarle al hijo o hija qué “premio” obtendrá cuando realice la conducta que queremos que aprenda, otorgarlo de forma inmediata y con consistencia. Por ejemplo, si tienen poca edad, cada vez que recoja los juguetes ganará un punto. Si acumula 3 puntos (3 días seguidos recogiendo los juguetes) podrá escoger la película para que veamos en el cine toda la familia.




Por otro lado, puede haber ocasiones en las que sea necesario aplicar consecuencias negativas tras una conducta con el objetivo de eliminar esa conducta. Estas consecuencias negativas se denominan castigo. Por ejemplo, si deseamos que nuestro hijo o hija deje de pegar a otros niños y niñas, si se realiza alguna conducta irresponsable (robar, mentir, etc.) o si no se cumplen con las normas del hogar (llegar más tarde de lo previsto, no estudiar, etc.).

El castigo no facilita el aprendizaje de nuevos comportamientos, ya que para lograr la aparición de nuevas conductas se debe reforzar paralelamente una conducta alternativa a la que se castiga (por ejemplo, castigo usar la Tablet más de 1 hora al día, y refuerzo usar la Tablet durante el tiempo diario establecido). El castigo puede ser una herramienta útil, dado que los niños, niñas y adolescentes han de saber que toda conducta tiene sus consecuencias tanto en ellos y ellas mismas como en las demás personas. Sin embargo, el uso del castigo de forma exclusiva sin el refuerzo de conductas alternativas puede llegar a crear mal clima familiar o incluso puede no ser efectivo.

A nadie le gusta castigar a sus hijos o hijas. Por eso, a menudo no nos planteamos cómo actuar si no cumplen las normas y, cuando eso ocurre, tenemos que improvisar. Actuando así, es fácil ser inconsistentes o imponer sanciones inadecuadas. Como indicábamos en una publicación anterior, es mejor que al fijar una norma se prevea también las consecuencias que comportará el hecho de incumplirla. Para realizar un adecuado manejo del castigo se deben tener en cuenta una serie de cuestiones previas: 

Explicarle previamente al hijo o hija sobre las consecuencias que tendrá el no cumplimiento de una norma.

Aplicar castigos pequeños y coherentes (siempre que se produce la conducta que queremos eliminar), que no sanciones severas de manera poco coherente. Por ejemplo, cada día que exceda el límite de tiempo de uso del móvil, al día siguiente no podrá utilizarlo. 

Considerar siempre sanciones proporcionales a la gravedad de la conducta. Las sanciones desproporcionadas suelen ser resultado de improvisar estando muy enfadados (“como has usado el móvil más tiempo del establecido, ya no hay más móvil en un mes”). Una manera de evitarlas es preverlas en el momento de establecer las normas.

Relacionar el castigo con la conducta que lo motiva, en la medida de lo posible. Eso hace más evidente a los hijos e hijas la relación entre la conducta-problema y sus consecuencias. También hace más comprensible y aceptable el castigo. Por ejemplo, si mi hija regresa a casa más tarde de la hora permitida, ¿qué sería más adecuado?, ¿que no le deje salir el día siguiente o que le haga limpiar su cuarto? En cambio, si mi hijo invita a sus amistades a casa y lo dejan todo sucio y desordenado, ¿qué sería más adecuado en este caso? 

Castigar solamente a quien lo merece, evitando que las sanciones constituyan un castigo para toda la familia. Por ejemplo, “como te portaste tan mal, hoy no vamos a la playa como habíamos previsto”.

Tener claro que el objetivo de la sanción no es una revancha ni hacer daño. Castigar una conducta implica asociar a la misma unas consecuencias no deseadas, con el objetivo de reducir su frecuencia o evitar su repetición. Para conseguirlo, no es necesario que las consecuencias sean “dolorosas”. Basta que sean “no gratificantes”.

Utilizarlo inmediatamente después de la conducta que queremos eliminar, recordando el acuerdo previo incumplido, castigando la conducta y nunca a la persona y manteniendo una postura serena y tranquila. Esto implica que si el castigo es que el hijo o hija no puede salir durante el fin de semana con sus amistades, sí podremos hacer alguna actividad en casa y mantendremos una actitud amistosa y cariñosa con él o ella.


Echa un vistazo al siguiente vídeo para conocer más detalles sobre el refuerzo y el castigo.


¿Sueles utilizar los refuerzos y los castigos habitualmente? ¿Tienes alguna dificultad a la hora de aplicarlos? Déjanos tu experiencia en los comentarios.

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