¿CÓMO AFIANZAR EL VÍNCULO CON LOS HIJOS E HIJAS?

En la entrada anterior hablábamos sobre qué es el apego y por qué es importante. El apego es el lazo afectivo que se forma entre el niño o niña y una figura de referencia en la familia. Esta relación es duradera en el tiempo y se forma en la primera infancia. Implica la tendencia estable a mantener la proximidad entre ambas personas para sentir seguridad y protección.

A medida que niños y niñas crecen y sus experiencias aumentan, seguirán estableciendo vínculos de apego con otras personas. Durante la etapa escolar, las figuras de referencia suelen ser las personas cuidadoras principales (madres, padres). El resto de familiares (abuelos y abuelas, hermanas y hermanos, etc.) ocupan un segundo puesto en los vínculos de apego. De forma gradual, los niños y las niñas comienzan a tolerar mejor las separaciones más largas, el contacto físico con las figuras de apego se va distanciando y van ganando autonomía a la hora de explorar. 

En la etapa de la adolescencia, puede suceder que personas ajenas a la familia se integren como figuras de apego. Por ejemplo, determinadas amistades. Durante la adolescencia es habitual que disminuya el deseo de estar con las figuras de apego principales (padres, madres y demás familia). Esto se debe primordialmente a la necesidad de la búsqueda de la propia identidad, uno de los cambios evolutivos característicos en la etapa de la adolescencia. No obstante, si el vínculo entre el o la adolescente y sus figuras de referencia es positivo y seguro, el lazo afectivo con la familia permanecerá en todas las etapas de la vida.

Construir un vínculo de apego con nuestros hijos e hijas es una tarea sencilla pero implica mucha constancia. Algunas de las estrategias clave para construir un vínculo afectivo positivo son las siguientes:


1. Expresar el afecto: Es importante tener en cuenta que nuestros hijos e hijas no tienen por qué sobreentender ni dar por hecho que les queremos por sistema. Si no se lo demostramos, no percibirán que ese sentimiento existe. Es decir, no se trata solamente de querer, sino de hacerles sentir queridas y queridos. La expresión del afecto debe ser explícita y constante. Se puede expresar verbalmente (“te quiero”, halagos), en forma de acciones (recoger en el colegio, regalos, llamadas telefónicas cuando no estamos presentes) o físicamente (abrazos, besos, cariño). 

Es importante tener claro que el afecto no debe ser cuestionado ni utilizado en forma de castigo (no expresar afecto como consecuencia negativa). Los niños y niñas más pequeñas entienden las cosas como valor absoluto, es decir, no saben relativizar ni contextualizar las afirmaciones. Cuando se les dice “si haces esto, te voy a dejar de querer” lo entienden de forma literal y les hiere. Este tipo de frases deterioran la creación de un vínculo positivo de apego, y son altamente ineficaces para regular comportamientos y garantizar el cumplimiento de las normas. Cuando se castiga o se riñe a niños y niñas, se debe cuestionar las conductas, no a las personas ni a la relación afectiva que mantenemos. Esto implica cambiar la frase “eres malo o mala” por la frase “lo que has hecho está mal”.

2. Generar un sentimiento de pertenencia: Cuando existe un vínculo afectivo, la persona y la relación con ella son únicas. Cada vínculo afectivo es diferente e irrepetible, es una construcción especial de las dos personas. El vínculo de apego genera en los niños y niñas el sentimiento de pertenencia a una relación compartida, es decir, que siempre tendrán a alguien en quien confiar y que les proteja. Además, la sensación de tener un vínculo único produce en las personas una mayor seguridad en su vida: Les hace sentir parte de algo y de alguien.

3. Conocimiento mutuo y tiempo compartido: Para crear un vínculo con nuestros hijos e hijas es imprescindible disponer de tiempo. No solamente se necesita una cantidad de tiempo, sino también que sea un tiempo de calidad donde haya comunicación, conocimiento mutuo y actividades compartidas. Durante ese tiempo compartido, madres, padres, hijos e hijas se conocen y comparten intimidad, dialogan y escuchan. Además, se llega a conflictos que son inevitables en una relación afectiva. Padres y madres deben aprender a resolver estos conflictos de la forma más adecuada para que los hijos e hijas también lo hagan cuando sean mayores.

4. El compromiso y el cuidado de la otra persona: Mantener un vínculo de apego implica la protección y el acompañamiento en los malos momentos. Acompañar es escuchar, empatizar, dar consejo, o simplemente “estar ahí”. Además, el compromiso con nuestros hijos e hijas implica generar un proyecto de vida común. Los vínculos de apego se crean pero también se cultivan día a día. 


Y tú, ¿cómo trabajas el vínculo de apego con tus hijos e hijas? ¿Crees que puedes incorporar en el día a día alguna acción nueva para mejorar el compromiso con tus hijos e hijas?

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